Ficha técnica
Título: Ensayo sobre la ceguera
Autor: José Saramago
Editorial: Debolsillo
N° de páginas: 329
Año de edición: 2006
Año de publicación original: 1995
Título: Ensayo sobre la ceguera
Autor: José Saramago
Editorial: Debolsillo
N° de páginas: 329
Año de edición: 2006
Año de publicación original: 1995
Los hechos de esta novela se desencadenan a partir de la expansión de
lo que parece ser una epidemia de ceguera blanca. A toda costa, y como lo
indica lo más primitivo que tenemos, los personajes intentarán sobrevivir.
Ensayo sobre la ceguera es una novela aclamadísima, como también lo
es su autor, que ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1998
(tres años después de la publicación del libro en cuestión). Esta obra se ubica
dentro de lo que habitualmente conocemos como ciencia ficción distópica,
teniendo en cuenta que nos narra una sociedad cuya situación es francamente
desastrosa y que, con el correr del tiempo, va empeorando cada vez más. La
novela empieza con el primer caso de esta ceguera repentina; un hombre se
detiene en un semáforo alegando que está ciego. Será, claro está, el inicio de
una gran seguidilla de casos similares.
Lo primero que llama la atención
de Ensayo sobre la ceguera es la
forma en que está escrita. Es lo más evidente, lo que inicialmente vemos cuando
empezamos a leer. El relato está estructurado sin diálogos, casi sin puntos. En
realidad sí hay diálogos, lo que sucede es que no están escritos de manera
convencional; Saramago no utiliza los guiones, sino que las conversaciones se
ubican de corrido junto con la narración en tercera persona más descriptiva. Esto
tanto a priori como a posteriori genera dos cuestiones. Por un lado, es un
aspecto de la novela que le agrega originalidad. Eso, además, es parte del
estilo del autor. Si después de leer este libro leemos otro de Saramago
sabremos que se trata de él. Con esta forma de narrar tan personal y tan
particular, el autor construye su propia prosa, que no se parece a nada que por
lo menos yo haya leído anteriormente.
Por otro lado, y no teniendo en
cuenta solamente esta cuestión de los diálogos, la prosa de Saramago no es para
nada sencilla. Lo cierto es que al principio puede costar acostumbrarse, porque
es un estilo narrativo poco tradicional. En ese sentido, el autor innova.
Confunde porque, además, nunca sabemos los nombres de los personajes. Solo los
conocemos por ser “el médico”, “la mujer del médico”, “la chica de las gafas
oscuras”, “el niño estrábico”, entre otros. Cuando se establecen las
conversaciones tampoco sabemos quién es el que está hablando. Con los diálogos
cortos (y en especial los que se desarrollan con dos personajes) eso no se
convierte en una complicación demasiado importante, pero sí pueden aparecer
algunos problemas cuando la conversación está protagonizada por varios
personajes. Ahí, sin referencias concretas, solo nos queda el contexto y
nuestra propia capacidad de interpretación y, más que nada, de concentración y
atención para dilucidar por completo lo que estamos leyendo. Por ejemplo: “La
vieja abría muchos los ojos, los tenía casi blancos, No sé nada de tus padres,
vinieron a buscarte al día siguiente de llevarte a ti, entonces yo aún veía,
Hay alguien más en la casa, De vez en cuando oigo subir y bajar la escalera,
pero es gente de afuera, de esos que solo vienen a dormir […]” Así, solo sabemos
que la persona que habla cambia cuando aparecen las mayúsculas. Tampoco hay
signos de pregunta o exclamación, y si por alguna razón no estamos prestando la
suficiente atención seguramente nos perdamos o terminemos preguntándonos quién
está hablando, con quién o por qué.
Uno quizás pensaría que un estilo
tan particular como este se volvería en ocasiones denso o pesado, pero por lo
menos a mí eso no me ocurrió. No es fácil parar de leer no solamente porque la
historia sea atrapante y uno quiera saber qué ocurrirá a continuación, sino
porque las propias reglas de escritura nos lo impiden. Muchas veces, hay
oraciones que pueden llegar a tener más de diez renglones, todo esto generado
por el poco uso de comas al que recurre el autor. Así, si uno deja de leer en
medio de un diálogo luego puede resultar complejo volver a insertarse en la
historia. Interrumpir la lectura se convierte en una tarea ardua, porque la
mayor parte del tiempo la narración está estructurada absolutamente de corrido,
sin puntos aparte ni finales de capítulos. No obstante, este aspecto de Ensayo sobre la ceguera es también lo
que la hace ser lo que efectivamente
es.
Dentro de la ciencia ficción la
idea de la epidemia que se expande paulatinamente por sobre todo el mundo no es
de lo más original. Muchas novelas no solo clásicas de este género, sino
también actuales, se basan en ese concepto, y lo que le puede o no dar
originalidad a la obra en su totalidad es la forma en que el tema se plantea o,
mejor dicho, la forma en que se desarrolla. En este libro, Saramago logra
reinventar esa idea bastante recurrida, y eso lo consigue a través de ese tan
particular estilo narrativo que posee. Ensayo
sobre la ceguera no sería lo que es si no hubiera estado escrita por este
autor. Se trataría, quizás, de una novela de ciencia ficción más sobre
epidemias que se expanden.
Saramago hace, además, un
tratamiento muy interesante sobre la ceguera. A medida que toda la población va
quedándose ciega afloran en la novela los instintos más bajos, más repudiables
de la naturaleza humana. Esto se ve, más claramente, en la primera mitad de la
novela. Seguramente el hecho más intenso de la historia, o el que por lo menos
así me lo pareció, se da cuando los ciegos empiezan a acumularse y sienten la
necesidad imperiosa de tener sexo, y
así deciden, de un día para el otro, abusar salvajemente de las mujeres que se
encuentran en el mismo establecimiento. Esa parte del libro es sumamente
potente, muy fuerte, y está narrada de una forma vertiginosa, que no permite
que uno pare de leer. Es curioso porque la prosa de Saramago invitaría, a
priori, a detenerse para tratar de seguir correctamente la lectura y ver qué es
lo que nos quiso decir; porque este libro no es solamente complejo de leer por
el tema de los diálogos y los signos de puntuación, sino por la cantidad de
reflexiones que el autor intercala con lo estrictamente narrativo, o de
descripción de hechos. Sin embargo, este tipo de cuestiones no impiden que la novela avance muy rápido.
Es paradójico, pero mientras más complejo se vuelve el acto de leer, cuando más
salvaje y brutal se vuelve la historia, uno más quiere seguir con la lectura, más inmerso se
siente en ese mundo tan particular que nos plantea el autor.
Si uno se pone en plan riguroso,
no es difícil identificar un cambio bastante notable hacia la mitad del libro.
La historia da un giro importante, que define el rumbo de la novela
completamente. Si bien es cierto que la intensidad con la que se narraba en la
primera mitad no es para nada comparable con lo que se cuenta en la segunda, desde
mi punto de vista llegando al final la novela gana en profundidad reflexiva. Es
decir; en la primera parte, podríamos decir, Saramago se encarga de narrarnos
todo lo más explícitamente brutal, lo más espantoso a lo que puede llegar la
humanidad. Esto es, los hechos que ocurren luego de que la ceguera empieza a
expandirse. En la segunda parte, en cambio, es posible observar una notable
transformación de la perspectiva de la narración; en este tramo quizás no pasen
“tantas” cosas, pero sí hay muchos pasajes
en los que los personajes reflexionan sobre su situación o sobre el futuro. Hay
un pasaje hacia el final del libro que no es tan bestial como lo que ocurre más
al principio, pero es igual de potente e imaginativo que los que antes nos
narraban, que tiene que ver con el momento en que los personajes visitan una
iglesia. Que ahora los ciegos estén “más tranquilos”, si cabe el término, no
significa que dejen de pensar, de reflexionar, de darnos material para analizar
tanto literaria como, si se quiere, socialmente.
Ensayo sobre la ceguera es
una novela compleja, que no se deja leer con facilidad, pero que vale la pena
transitar. Saramago utiliza una idea bastante recurrida dentro del género de la
ciencia ficción pero logra transformarla en una muy original gracias a los
particularismos de su estilo narrativo. Es una novela que no solamente deja
tela para cortar desde el punto de vista literario o estético (vale decir, la
construcción de la trama, los personajes, la historia en sí), sino que también
nos invita a reflexionar sobre muchas cuestiones que tienen que ver con nuestra
propia naturaleza.
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