"El azogue", de China Miéville

Ficha técnica
- Título: El azogue
- Autor/a:
China Miéville
- N° de páginas:
102
- Editorial:
Interzona
- Año:
2002
El azogue se sitúa en un Londres distópico, en el que los humanos sobreviven como pueden.  Otros seres, los imagos, que fueron condenados a vivir del otro lado de los espejos, imitando y actuando como reflejos de las acciones humanas ahora empiezan a tener más lugar. Después de años de ser olvidados luego de su rebelión, ahora gobiernan el cielo y las estaciones del subte.
Con solo leer la primera frase de El azogue es posible entender que Miéville juega a otra cosa. No me refiero solamente a la forma que tiene de escribir, sino también a los temas que plantea. En esta novela corta, el autor expone cuestiones que, si se quiere, remite a un tópico bastante común en el género fantástico: el concepto de espejo. Sin ir más lejos, por ejemplo, uno recuerda la historia de Alicia, en esa especie de “segunda parte” escrita por Lewis Carroll. Una posible lectura del texto de Miéville es pensar el concepto del espejo como un símbolo de la opresión, del poder que uno puede ejercer sobre otro.
En El azogue, los imagos fueron, hace tiempo, condenados a vivir del otro lado de los espejos, justamente en el azogue. Sin embargo, lograron rebelarse y escapar. Sholl, el protagonista, es un humano que conoce la naturaleza de ambos bandos, los humanos y los imagos, y dice tener un plan para acabar con la guerra que se presume imposible de conciliar. Los imagos odian a los humanos por la condena que le impusieron, y los humanos, claramente, se niegan a dejarse llevar por los requerimientos de estos seres. En este caso, el concepto de guerra no aparece como algo innovador, algo que se diferencie de otras historias fantásticas. No obstante, lo que sí hace de esta una novela original es la forma en que Miéville es capaz de mostrarnos esa historia, de hacernos entrar en ese mundo alternativo como si efectivamente fuéramos parte de él. El concepto del espejo y de los imagos cobra un sentido muy simbólico. El hecho de imaginar estos seres detrás de la parte reflectante de estos objetos no es algo sencillo. Además, el autor no se encarga explícitamente de describirnos con sumo detalle las situaciones que se van narrando, o, por ejemplo, lo que generó que los imagos sufrieran lo que sufrieron. Sí hay algún que otro pasaje en el que esto se explica a grandes rasgos, pero también es tarea del lector tratar de hacerse una idea más o menos adecuada de lo que está leyendo.  
Particularmente, me parecen interesantes las novelas o textos que permiten esto. Es decir, un texto que explique todo con sumo detalle, que no dé lugar a una interpretación del lector o que, por otra parte, no genere un vínculo entre este y el escritor, desde mi punto de vista no termina de funcionar bien. En El azogue este vínculo se fortalece página tras página. Si bien la parte inicial de la novela fue la que más disfruté, porque considero que luego de esta la trama decae un poco, el texto alcanza un buen ritmo general que se mantiene durante toda la historia, sin caídas bruscas o partes muy aburridas. De esta forma, uno como lector quiere seguir leyendo, no solamente para disfrutar del estilo del autor sino también para tratar de aclarar las dudas o, directamente, porque le interesa el mundo creado por Miéville y quiere seguir aprendiendo de él.
Si se parte de la base de que el concepto de espejo no es lo más innovador en lo que respecta a la construcción de la trama de la novela, entonces para afirmar que El azogue es una novela original es necesario encontrar otro concepto que apoye este planteo. Este mismo se encuentra, entre otros, en la forma en que Miéville nos propone la historia. En primer lugar, el autor alterna narración en primera persona, que corresponde a un enemigo de los humanos, y, en segundo lugar, el relato de Sholl, que no está en primera sino en tercera persona, pero sigue sus pasos, sus pensamientos y sus acciones. En ese sentido, la novela abarca un mayor número de perspectivas, si se quiere, para que nosotros tengamos una idea más amplia de esta realidad distópica que se plantea en el texto. Tener las dos campanas hace que entender el concepto de los imagos y su situación sea una tarea – relativamente– más sencilla.
Pero todo esto no es lo mejor de la novela. No tengo dudas en afirmar que la parte más interesante es la forma en que Miéville narra la historia. Su prosa, intervenida creo yo con creces por la traducción de Marcelo Cohen, es muy profunda, y por momentos tiene claros tientes poéticos. El autor tiene la capacidad de transmitirnos con un éxito envidiable todo lo que sucede en la historia. Es más, la parte narrada por el “vampiro” (nombre que utilizan los humanos para referirse a sus enemigos) es de lo mejor del libro. Es una narración bastante cruda, que logra hacernos sentir lo que estos seres sufrieron en su eterna condena detrás de los espejos. Ahora, liberados, descargan su ira contra los humanos. En ese sentido Miéville hace un gran trabajo; consigue narrar de forma excelsa los hechos de la historia, de manera que el lector se vea transportado a esa realidad distópica que contextualiza la novela. Sin embargo, también es un tanto difícil entrar desde un principio en lo que nos propone el autor. Requiere de un poco de paciencia, por parte del lector, para acostumbrarse a la narración. Pero luego, cuando uno se habitúa a su estilo, este se hace completamente disfrutable.
Más allá de encontrar todos estos aspectos positivos de El azogue, también es posible identificar algunos elementos “mejorables”, para decirlo de alguna manera. Más que nada, me refiero a esto considerando que la idea central de la historia es excelente, pero pienso que al mismo tiempo da lugar a que se construya una novela más larga, con más desarrollo. Es decir, después de terminar el libro me quedé con la sensación de que algo más podría haber ocurrido. Podría decir que me supo un tanto a poco pero no en el sentido de haber estado mal desarrollada, sino en términos de que me quedé con ganas de que Miéville me siga contando más cosas sobre la idea que rige todo el texto. Es indudable, desde mi punto de vista, que con tan buen planteo inicial se podría haber realizado una novela mucho más extensa, con una construcción más completa y compleja en torno a esta idea principal. En ese sentido, podríamos decir que es una verdadera lástima que el autor haya dispuesto de un concepto sumamente interesante pero que lo haya reducido a apenas unas cien páginas.
El azogue es, luego de investigar un poco sobre la obra de Miéville, el texto ideal para empezar con este particular escritor. Más allá de que sea una novela corta que quizás podría haberse extendido más, es un buen comienzo como para ver si al lector le interesa seguir con él. A mí, en lo personal, terminar El azogue me dejó con ansias y muchas expectativas de experimentar con sus otras obras. Esta es una novela relacionada al género fantástico, mezclada con un poco de ciencia ficción y terror, que da lugar a la imaginación del lector y que perfila a Miéville como un narrador a tener en cuenta, cuya prosa permite pensarlo como un renovador de la literatura de este género.
Puntuación final

7.5/10

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