Ficha técnica
Un hombre recibe la noticia de la muerte de su padre. En el velorio que
durará dos días, recordará cuestiones de su pasado, que aún así lo siguen
aquejando en el presente y que intenta, aunque sea un poco, apaciguar con
drogas, sexo y alcohol.
- Título: La ley de la ferocidad
- Autor/a: Pablo Ramos
- N° de páginas: 364
- Editorial: Alfaguara
- Año: 2007
- Autor/a: Pablo Ramos
- N° de páginas: 364
- Editorial: Alfaguara
- Año: 2007

Leyendo la premisa inicial de La ley de la ferocidad uno quizás no se
sentiría tan interesado. O por lo menos, eso me ocurriría a mí. Comencé con
esta novela porque era la que le seguía a El
origen de la tristeza, primera parte de esta trilogía, si cabe la palabra,
y también porque me la recomendaron mucho diciendo que era mucho mejor que la novela anterior. Si El origen de la tristeza me había gustado, me había parecido una buena
historia y sobre todo bien contada, La
ley de la ferocidad no solamente alcanza esto, sino que perfila a Ramos
como un escritor interesantísimo. En esta novela consigue transmitir lo que le
sucede al personaje, que bien podría ser él mismo, de una manera envidiable.
El autor tiene una capacidad
extraordinaria para desarrollar cuestiones, psicológicas más que nada, con el
uso puro y exclusivo de la palabra.
Podríamos decir que cualquier escritor debería ser capaz de hacer algo así,
teniendo en cuenta el hecho de que estamos frente a un texto escrito, pero más allá de eso, es
impresionante la facilidad que tiene Ramos para describir situaciones pesadas,
duras, densas, de una forma que reboza belleza. Porque así es Ramos, es un escritor
que cuenta cosas complejas de manera completamente poética.
Si comparo esta y la novela
inicial de la trilogía, observo aquí no solamente una madurez del protagonista,
que ahora ya es un adulto, sino también un mayor desarrollo del mismo en cuanto
a las características de su personalidad. En El origen de la tristeza Ramos no prestaba atención solamente a
mostrar a Gabriel, sino que, además, se ocupaba de que el lector supiera sobre
su ambiente. Es decir que leyendo dicha historia conocemos del barrio del
personaje, sus amigos, familiares, contexto social, etc. En ese sentido, en el hecho
de mostrarnos los “alrededores” del protagonista, esa novela era quizás más
profunda que La ley de la ferocidad. Pero
en esta segunda parte, Ramos ahonda más en la cuestión más interna, por así
decirlo, de Gabriel. Conocemos más sobre cómo piensa, cómo se siente y qué
reacciones ante hechos que la vida le va poniendo en el camino; y más
intensamente aún, entendemos la compleja relación entre él y su padre. Ese
padre ausente, distante, que, según palabras de Gabriel, “tropezaba siempre con la descomunal muralla de su miedo a amar”. Particularmente,
me interesan más estas cuestiones. No porque lo otro, lo que veíamos más
claramente en El origen de la tristeza sea
menor, sino por el hecho de que mi experiencia de lectura personal se siente
más satisfecha cuando se ahonda más que nada en el carácter psicológico de la
historia.
En muchas ocasiones, que una
novela esté escrita en primera persona supone una profundidad en el personaje
que narra mucho mayor que si estuviera relatada en tercera. Hay otros casos (que
desde mi punto de vista corresponden a novelas a las cuales les falta
desarrollo) en los que la primera persona no aporta nada significativo a la
esencia de la novela; esa forma de narrar no se distingue de otras, no
representa nada nuevo en el relato. En el caso de La ley de la ferocidad, la primera persona está utilizada de manera
excelente. Y no solamente por el hecho de que esta sea una historia “autobiográfica”,
si vale el término, sino porque con este recurso Ramos logra explotar todas sus
dotes narrativas, y su capacidad para desmenuzar la mentalidad del personaje de
forma tal que a nosotros nos llegue, nos alcance de una manera especial. El
protagonista de La ley de la ferocidad traspasa
los materiales de los que está hecho. No es un tipo de tinta y papel. Es una
persona. Y Ramos lo sabe delinear de una forma excelsa. Lo hace parecer
endemoniadamente fácil. Y claro está, no lo es.
Otro factor sumamente interesante
y a tener en cuenta a la hora de analizar esta novela, y en especial a su protagonista,
es la capacidad que este tiene de mirarse a sí mismo. En este libro, Gabriel no
aparece como la víctima de un padre déspota que siempre lo maltrató y nunca lo
quiso. Sí es cierto que alguna de estas características está presentes dentro
del relato, pero no son las que hacen al
mismo. La esencia, desde mi lectura, de La
ley de la ferocidad es la forma en que el protagonista logra describirse.
Lo hace de una manera cruda, sin tapujos, que no solamente tiene su valor
emocional o humano, si se quiere, sino que también es muy valorable desde un
punto de vista literario. Por ejemplo, a Gabriel nada le importa a la hora de
hablarse a sí mismo y decir: “Siempre me
afirmo en la fragilidad de los demás, no soy un depredador sino un destructor,
no encuentro placer en lo que hago ni tampoco lo hago por necesidad. Lo hago
para ofender, para ofenderme, para ofender a Dios. Existo para eso y para la
botella, eso sos vos, Gabriel, eso mismo”. La novela está repleta de este
tipo de frases autorreferenciales, las que consiguen que la misma se convierta
no solo en un tratado de la vida de Gabriel y los demás, sino que los temas también
se aborden desde una perspectiva activa
por parte del protagonista. Este se saca definitivamente el mote de víctima; su
historia no lo toca de forma pasiva, sino que él también forma parte de ella, y
de forma muy activa.
Ramos es un gran escritor, y no
hay mucha vuelta que darle. No sé si es específicamente por la forma en que
elige las palabras, tampoco si es por los temas que trata. Quizás sea por todo
esto en conjunto. Las buenas novelas se componen de muchos factores favorables,
de muchas cosas que efectivamente las convierten en buenas novelas. Y aquí me
encuentro, de nuevo, en una encrucijada que no me resulta fácil resolver. ¿Por
qué La ley de la ferocidad es una
novela tan buena, con tanto valor? Algo similar me había ocurrido con otra
historia que leí recientemente, La larga
noche de Francisco Sanctis. Los dos libros no son comparables ni en cuanto
a estilo ni en cuanto a temas abordados, pero sí puedo analizarlos juntos en el
sentido de que ambos me produjeron una sensación que hacía que la novela me
gustara mucho, pero que no era capaz de dilucidar completamente.
Como una respuesta tentativa,
podría pensar que la narración de Ramos es tan efectiva por la sumatoria de dos
factores. El primero de ellos tiene que ver con la poesía que se maneja en su
prosa, por la construcción de imágenes con mucho vuelo poético. Este factor,
sumado a un segundo, que vendría a ser la potencia de los temas que se relatan,
genera que el texto consiga un nivel de intensidad pocas veces visto. El autor
nos cuenta cosas muy pesadas, densas, complejísimas, como lo son las difíciles
relaciones no solo con las drogas, sino también con las personas. Y esto lo
hace de una manera que muchas veces nos hace olvidar de la crudeza de las
situaciones narradas. ¿Cómo? Simplemente, por la poesía que caracteriza su
prosa.
La ley de la ferocidad es una
novela excelente, que también supera ampliamente, desde mi punto de vista, a El origen de la tristeza. Ramos bien
podría ser el boxeador que aparece en la contratapa. Constantemente nos golpea
no solo por las situaciones que relata, sino por la forma en la que lo hace,
por la poética que está siempre presente en su estilo narrativo. Una novela
que, además, no se puede dejar de leer, que atrapa al lector de una manera
inusitada. La ley de la ferocidad es
una apuesta arriesgada por parte de Ramos, que fue llevada de tal forma que se
aleje de cualquier mínimo ápice de victimización. La ley de la ferocidad es
eso, una novela feroz.
Puntuación final
9/10
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