"Los Elementales", de Michael McDowell

Ficha técnica
- Título:
Los Elementales
- Autor/a: Michael McDowell
- N° de páginas: 312
- Editorial: La Bestia Equilátera
- Año: 2017 (Publicación original: 1981)


Después de la muerte de la madre Marian, las familias McGray y Savage se trasladan a la zona playera de Beldame para pasar unos días. En la región se encuentran tres mansiones: una para los McGray y una para los Savage, mientras que la tercera está abandonada. Es, de hecho, inhabitable porque la arena está empezando a cubrirla por completo. Pero eso no es todo: entre sus paredes habita algo tenebroso, algo que ya había perturbado las mentes de ambas familias y que, ahora, parece estar volviendo.

Los Elementales es una novela principalmente de terror. Eso es lo que predomina durante todo el texto, lo que hace que evidentemente haya historia. Sin embargo, también es interesante analizar este libro desde otros puntos de vista, que comprenden a la construcción de los personajes, el uso del humor y la creación de ambientes y paisajes sumamente inquietantes. A partir de esto, Los Elementales se transforma en una obra que va más allá de una simple categorización inicial que lo etiquete como una novela exclusivamente de terror, convirtiéndose así en un texto que admite lecturas y análisis más profundos.

Seguramente empezar a hablar sobre el terror en Los Elementales sea lo más sencillo, porque es efectivamente lo que McDowell desarrolla con mayor puntualidad a lo largo de toda la historia. La novela empieza con el funeral de Marian Savage, madre de Dauphin. Este está casado con Leigh McGray, cuya madre es Barbara McGray. Ambas familias están conectadas, no solo por una amistad inicial entre Marian y Barbara, sino también por esta relación matrimonial entre Dauphin y Leigh. Los otros miembros importantes de la familia McGray son Luker, hijo de Barbara, e India, nieta de ésta e hija de Luker. Esta cuestión de los personajes es, en un principio, difícil de asimilar, ya que el autor nos plantea el árbol genealógico de la familia sin poner mucho énfasis en que las relaciones entre ellos queden claras. Esto quiere decir que los vínculos se van esclareciendo a medida que la novela avanza, y vamos viendo quién realmente es importante y quién no tanto. Al inicio de Los Elementales saber quién es quién puede resultar una tarea ardua, aunque con el correr de la historia y de los sucesos que la componen las cosas van poniéndose más claras. Además, uno va interiorizando los personajes, va sabiendo cómo reaccionarán o qué pensarán de determinada cuestión. Esto también es gracias a que el autor sabe muy bien, en primer lugar, cómo presentar a los personajes y, en segundo lugar, sabe también cómo desarrollarlos, cómo dotarlos de personalidad, para que cuando uno lea sepa quién está hablando o pueda asociar una acción a un personaje y no a otro. Los mismos están caracterizados de tal manera que a uno le resulta posible reconocerlos, reconocer sus voces, lo cual hace de estos unos personajes únicos.

Durante el funeral de Marian hay un evento un tanto particular (y bastante extraño, de hecho), que ya empieza a perfilar a Los Elementales como una historia de terror. Sin embargo, el autor no se detiene en este punto y, como no podía ser de otra manera, sigue desarrollando cuestiones pertenecientes a este género a lo largo de toda la historia. Referido a esto, y ya habiendo terminado el libro, me resulta interesante plantear la novela en dos partes, que no necesariamente son aquellas en las que está dividida la novela en sí. Por un lado, una primera parte en la que el terror juega su rol de una manera un tanto distante, si se quiere, de las acciones principales que incumben a los personajes. Es decir, el terror aparece en forma de leyendas, de historias terroríficas, pero no específicamente en forma de acciones de terror. El terror se presenta como algo brumoso, casi inalcanzable, o quizás solo asequible en la mente. En ese sentido, en esta parte el terror es aquello que va ambientando el clima general de la novela, ya nos va avisando de que algo va a ocurrir, pero sin mostrárnoslo a partir de acciones concretas.

En este tramo del libro hay una cuestión muy interesante que hace de esta una obra mucho más completa, con más argumentos para afirmar que no es solamente un libro de terror: el uso del humor. Claro está, el humor al que recurre McDowell no podía ser otro que el humor negro. Presente generalmente a partir de los diálogos entre los personajes, el autor hace uso de un humor muy irónico, muy ácido, pero que a la vez complementa magistralmente el clima que se va gestando a partir de la incorporación de elementos ligados al terror. En este punto Los Elementales me remitió casi directamente a la obra de Shirley Jackson, particularmente con las novelas Siempre hemos vivido en el castillo y El reloj de sol. En ellas la autora también utiliza el recurso del humor negro; aunque de formas distintas y propias de cada autor, ambos alcanzan un estilo comparable en cuanto a esta cuestión del uso del humor, que muchas veces, se torna un tanto retorcido, muy irónico, que realmente acompaña muy bien aquello que empieza a perfilarse en la novela en esta primera parte, que luego se convertirá en un terror mucho más explícito, más concreto.

En esta segunda parte que analizo, entonces, el terror ya no es algo que se percibe como latente. Ya es algo concreto, muy concreto. En este tramo del libro (que podríamos ubicar dentro de los dos tercios/mitad de la novela) el autor narra hechos y situaciones de terror de forma mucho más explícita. McDowell se ocupa principalmente de presentarnos a las estrellas de la novela: los Elementales. Estos entes, que en la novela reciben el nombre de presencias, son aquellos que han atormentado a las dos familias durante años, y que ahora, con su llegada a Beldame, parecen estar resurgiendo. En esta cuestión entran en juego dos personajes que, con el correr de la historia, van teniendo un protagonismo mucho mayor: India, quien ya identificamos como la hija de Luker McGray y por consiguiente nieta de Barbara, y Odessa, una mujer que trabajó mucho tiempo como mucama en casa de los Savage. Odessa parece, además, tener ciertos dotes para (intentar) repeler a aquellas presencias que habitan la tercera mansión.

Si bien podríamos identificar que en esta segunda parte la utilización del terror más explícito está mucho más presente, la habilidad de McDowell para crear ambientaciones y climas inquietantes, tensos y perturbadores se ven desde un inicio. En todo momento, uno como lector siente que algo está a punto de ocurrir. Más allá de que no pase nada concreto, el autor tiene la capacidad para transmitir al lector todas las sensaciones y pensamientos que experimentan los personajes, incluso aunque no estén en situaciones sobrenaturales o intentando enfrentar a los Elementales. McDowell puede construir un clima inquietante con el solo hecho de ubicar a un personaje en la ventana de su cuarto mirando hacia la tercera casa. No es necesario que aparezcan monstruos o que alguien salga lastimado; el terror siempre está latente y, como tal, forma parte esencialmente de la novela y del clima general que intenta (y logra con creces) transmitir.

No es hasta que llegan las últimas ciento cincuenta páginas, aproximadamente, que el terror empieza a aparecer. Es claramente inevitable, porque hay un personaje que se ve rápidamente atraído por la naturaleza perversa de Beldame: India, esa chica de trece años que, a diferencia de sus familiares, nunca antes había tenido una experiencia sobrenatural en relación a este lugar. Ya sabemos que cuando India empieza a investigar todo el tema de la tercera casa con tanta minuciosidad e interés algo va ocurrir. Y seguramente no sea algo bueno. A partir de que comienza a conocer su esencia y que empieza a darse cuenta de que algo allí no anda bien la novela da un giro bastante visible: se torna mucho más perversa, explícita, cruel, realmente terrorífica. Y eso es, por supuesto, gracias a la capacidad que tiene el autor, mediante una prosa concreta y sin rodeos, para construir climas que están constantemente cargados de tensión y perturbación. A medida que avanza la novela, además, se va viendo cómo McDowell empieza a darles a sus personajes una profundidad mucho mayor. Claro está que a quien más tiempo le dedica es a India. Con el correr de la historia vamos viendo la relación con su padre (bastante extraña, por cierto) y cómo comienza a interesarse cada vez más por la naturaleza evidentemente maléfica de la tercera casa, y cómo es que termina entrando allí. Y todo lo que se desencadena a partir de este momento.

Los Elementales es una novela principalmente de terror, pero que también encierra un juego con el humor negro muy interesante, además de una gran construcción de los personajes. Con un estilo nada rebuscado, y que de hecho no tiene problemas en naturalizar cuestiones bastante macabras, Michael McDowell ha escrito una obra muy entretenida, muy bien estructurada y que engancha al lector completamente desde el primer momento. Una joyita del terror que La Bestia Equilátera hizo muy bien en (re)descubrir.

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