Ficha técnica
- Título: El sistema de las estrellas
- Autor/a: Carlos Chernov
- N° de páginas: 290
- Editorial: Interzona
- Año: 2017
El sistema de las estrellas es una novela que promete mucho con una premisa que da ganas de leerla, pero que no logró colmar todas mis expectativas. Si bien tiene algunas ideas dentro del argumento que son originales e interesantes para analizar, el autor también describe, para mi gusto, excesivamente las características de la sociedad que retrata. El estilo del autor me expulsó bastante de la narración, porque en ocasiones lo percibí muy inconexo y equivocado en cuanto al uso de los signos de puntuación. Con todo, ha sido una lectura distinta, por momentos entretenida y por otros densa, que explora un género no muy trabajado en la literatura argentina.
- Título: El sistema de las estrellas
- Autor/a: Carlos Chernov
- N° de páginas: 290
- Editorial: Interzona
- Año: 2017
Después de que La Gran Catástrofe destruyera gran parte de la población
mundial, la raza humana establece un sistema social estratificado, compuesto
por los proletarios, los burgueses y los millonarios. En el primer grupo se
encuentra el protagonista, Goma, un chico de catorce años que sabe que la única
manera de salir de la pobreza y la marginación a la que está destinado por su
condición social es convertirse en actor de películas de vida, un método que
tienen los millonarios para prolongar los placeres de la vida después de
liberarse de sus cuerpos.
El sistema de las estrellas es, para simplificar, una ficción distópica. En la historia, la sociedad
está dividida muy estrictamente, y son solo los millonarios los que pueden
gozar de una buena vida. Los proletarios, en el otro extremo de la pirámide
social, solo pueden aspirar a sobrevivir con la venta de su prole. Las mujeres
proletarias quedan constantemente embarazadas, venden sus hijos a la Agencia de
Amores y así se aseguran su subsistencia. Los millonarios, entonces, eligen los
hijos que quieren dentro de muchas opciones.
Tienen, además, otros privilegios: las denominadas “películas de vida”.
Los científicos han encontrado la forma de “alargar”, por así decirlo, aquellas
cosas de las que disfrutamos en nuestra vida. Así, muchos millonarios son
“enfrascados”; esto quiere decir que meten su cerebro en un frasco que a su vez
se conecta a la película de vida, y dicho órgano recibe todos los estímulos que
producen los actores del filme. Luego de una promesa que le hace a su padre, el
protagonista decide entonces que la única manera de cumplirla es convirtiéndose
en actor de dichas películas. Pero sabe, también, que el entrenamiento no será
sencillo. Deberá pasar por una innumerable cantidad de pruebas para finalmente
ser aceptado y patrocinado por algún millonario que vea en él condiciones
suficientes como para transformarse en actor.
La novela cuenta con algunas ideas bastante interesantes como para
analizar. Tal es el caso de los conceptos como el enfrascamiento, la
prolongación de la vida sin el cuerpo, la estratificación en clases sociales,
entre otras. Este tipo de conceptos dan lugar a que surjan preguntas que
seguramente no tengan una respuesta muy concreta, que tengan varias
interpretaciones o, en última instancia, que sean preguntas de las cuales ni
siquiera podemos empezar a armar una respuesta.
Si bien el autor no plantea una sociedad sumamente original con respecto
a la división de clases (cosa que ya hemos visto no solo en otros textos tanto
literarios como cinematográficos sino también en la teoría política y económica
marxista), sí innova más con la cuestión de los enfrascados y, lo que a mí más
me gustó, con el tema de las películas de vida. Con este tipo de conceptos
podemos ver cómo se va desarrollando este afán imperioso de los humanos para
prolongar la vida. Pero ahí también surgen preguntas del estilo ¿es nuestra
vida un conjunto único de placeres, de cosas disfrutables? Porque en realidad,
eso es lo que se plantea en el mecanismo del enfrascamiento. Los millonarios
que ya están próximos a morir trasladan su cerebro (que sigue vivo sin
necesidad de un cuerpo) a un frasco, y desde allí se conectan a las películas
de vida. La tarea de los actores será, entonces, hacer todo lo posible para que
lo que transmitan a los conectados sea placentero. Para esto tienen que
entrenarse: aprenden a que su actuación signifique que el que está viendo la
película (o sintiéndola) disfrute. Ellos saben que cualquier ápice de miedo, de
inseguridad o de impulsividad no deseada puede manifestarse en el final de su
carrera actoral. Esta construcción argumental fue la que más me gustó y la que
más me llamó la atención de la novela. El autor logra darle un buen desarrollo
a esta idea, ya que la mayor parte de las acciones que se suceden tienen que
ver con ella y con todo lo que ello representa. El valor que le damos a la vida
se transforma, entonces, en una cuestión central. Es interesante, a su vez,
cómo el autor lo plantea en el sentido de la división en clases. Esto quiere
decir que esto de la prolongación de la “vida” (si vida es que el cerebro esté
conectado a una serie de estímulos siempre placenteros) no está al alcance de
todos. Son solo los millonarios los que pueden gozar de ello, mientras que los
proletarios viven únicamente de la venta de sus hijos. No pueden, ni siquiera,
pensar en ello. Lo único que pueden hacer es ver cómo tener más descendencia
para proveerse lo mínimo para subsistir.
El sistema de las estrellas es una novela que cuenta con una premisa inicial muy convincente o, por
lo menos, hace que el lector acostumbrado a este tipo de lecturas se sienta
atraído/a por aquel argumento inicial. En ese sentido, arranqué el libro con
unas expectativas muy altas, que en realidad se cumplieron a medias. Por un
lado, porque considero que el ritmo de la lectura no se sostiene durante todo
el libro. No es que la intensidad de una historia, para ser buena, deba
mantenerse constantemente. En realidad, lo que ocurre con esta novela es que
empieza muy bien, introduciendo a los personajes y a la sociedad a la que
pertenecen, pero luego empieza a decaer. Ya hacia el final es casi como si se
tratara de un libro distinto. Mientras que el inicio y hasta el setenta y cinco
porciento del texto la historia mantiene un buen ritmo, el último cuarto
resulta bastante denso.
Por otro lado, y más allá de todo esto, que dentro de todo son aspectos
positivos, desde mi punto de vista la novela falla en cuanto al estilo del
autor. Chernov tiene una prosa para nada convencional; pero eso, seguramente,
no sea lo que la hace débil. Hay muchísimos autores cuyos estilos no son los
más comunes, y aún así logran plasmarlos en el libro de tal manera que funcione
bien con el desarrollo de la historia. En cambio, en El sistema de las
estrellas la prosa del autor me resultó inconexa, y por momentos mal
estructurada. El autor, a mi entender, abusa de comas y de signos como los
punto y coma en lugares donde son innecesarios o, peor aún, en partes en las
que en vez de coma se necesita la pausa mayor que provee el punto. En
ocasiones, el estilo de la narración hace que la novela se torne confusa. Más
allá de que el autor utiliza un vocabulario no necesariamente difícil pero sí
un tanto técnico, lo cierto es que la forma en que Chernov relata hace
que uno como lector pueda llegar a perderse con lo que está leyendo o, también,
distraerse fácilmente.
En los libros distópicos, que nos ubican dentro de sociedades
indeseadas, uno como lector se siente en un terreno podríamos decir
desconocido, porque estamos leyendo algo que no vivimos y que no podemos
reconocer (tanto). En esos casos, claro está que el autor tiene el deber de
explicar un poco, situarnos en contexto. Pero a veces, por la complejidad del
tejido social que se está describiendo, los escritores abusan de su
capacidad descriptiva. Está claro que no explicar nada de lo que está pasando
tampoco es una buena opción, porque los lectores, en ese caso, estaríamos
completamente a la deriva, y no entenderíamos nada de lo que estamos leyendo.
Siempre es necesario que, por lo menos, algo nos expliquen, que nos
determinen el alcance que la historia puede tener. Sin ir más lejos, que nos
digan de qué trata la historia y que podamos saber qué esperar, más o menos.
Pero tampoco hay que irse al otro extremo, porque entonces el lector quedaría
muy limitado como para expandir su imaginación. Si todo nos lo dicen, si todo
está ahí, demasiado explícito, el lector no puede imaginarse nada, no puede
despegarse un poco e imprimir su subjetividad en ese mundo que está conociendo.
Esto es lo que pienso que ocurre con El sistema de las estrellas. El
autor se encarga, minuciosamente, de que todo lo que caracteriza a la sociedad
en la que vive Goma quede bien explicitado. Pero esto hace que la lectura, en
ocasiones (específicamente, como ya mencioné antes, más hacia el final) se
torne densa. Son demasiadas explicaciones técnicas que tampoco hacen demasiado
a la historia. Quizás, desde mi punto de vista, una mejor idea habría sido
mostrarnos cómo es esa sociedad con más hechos, más situaciones en las
que se vean sus características, y no tanto con descripciones textuales, para
decirlo de alguna forma.
El sistema de las estrellas es una novela que promete mucho con una premisa que da ganas de leerla, pero que no logró colmar todas mis expectativas. Si bien tiene algunas ideas dentro del argumento que son originales e interesantes para analizar, el autor también describe, para mi gusto, excesivamente las características de la sociedad que retrata. El estilo del autor me expulsó bastante de la narración, porque en ocasiones lo percibí muy inconexo y equivocado en cuanto al uso de los signos de puntuación. Con todo, ha sido una lectura distinta, por momentos entretenida y por otros densa, que explora un género no muy trabajado en la literatura argentina.
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