Ficha técnica
- Título: Aquella tarde dorada
- Autor/a: Peter Cameron
- N° de páginas: 406
- Editorial: Libros del Asteroide
- Año: 2002
Omar Razaghi es un
joven profesor de la Universidad de Kansas que tiene la intención de escribir
una biografía sobre el difunto escritor Jules Gund. Para eso deberá conseguir
la autorización de sus tres albaceas: Arden, su amante y madre de su hija, Caroline,
su esposa y Adam, su hermano. Viajará, entonces, a Uruguay, en donde se
encuentra la familia, y así intentará que le concedan el permiso para trabajar
en el libro. Pero él no sabe que allí no solo lo esperan ellos tres, sino que
también se verá inmerso en muchos otros enredos y confusiones amorosas.
Aquella tarde dorada es una novela muy entretenida, que se lee en poco tiempo y cuenta una linda historia. Sin muchas pretensiones intelectuales, Cameron nos ofrece un relato que parte de una premisa simple, pero que a su vez permite que los personajes se expresen y desarrollen su manera de ser. Quizás tenga más páginas de las que eran necesarias, pero eso no genera que uno se aburra en ningún momento. Aquella tarde dorada es una historia amena que se estructura casi exclusivamente a partir de conversaciones, cuyos personajes logran que uno los reconozca por cómo piensan, hablan y actúan.
- Título: Aquella tarde dorada
- Autor/a: Peter Cameron
- N° de páginas: 406
- Editorial: Libros del Asteroide
- Año: 2002

Aquella tarde dorada es una novela que parte de una premisa
muy sencilla, y cuyo desarrollo argumental siempre gira en torno a ella. Pero
hay que decir que ese simple deseo de Omar, el de escribir la biografía sobre
Gund, también dispara otras cuestiones que se irán dando a medida que nos
adentramos en la historia. Esto tiene que ver, más que nada, con cómo el autor
va profundizando en los personajes y en las acciones que llevan a cabo, como
así también en la manera en que tienen de encarar las diferentes situaciones
que se van presentando.
Omar viaja a Uruguay
porque, en un primer intento, los albaceas de Gund no le conceden la
autorización. Él manda una carta, explicando su situación, pero los tres
familiares no quieren saber nada con que un desconocido profesor escriba una
biografía sobre Jules. A decir verdad, el hermano Adam sí quiere, y son las dos
mujeres las que están en desacuerdo. Es por eso que Omar, cuando recibe la
carta en la que rechazan su pedido (impulsado por su novia), decide viajar a
Uruguay, para convencer a los albaceas de que la biografía sería un claro
beneficio para todos.
La novela se va
construyendo, principalmente, a partir de los diálogos entre los personajes. Al
principio de la historia la mayoría de ellos buscan exponer los argumentos
tanto a favor como en contra de la publicación del libro sobre la vida de Gund.
Pero claro, esas cuestiones no serán las únicas que irán apareciendo en estas
conversaciones. A medida que los personajes van mostrando más su manera de ser,
y más específicamente de pensar, los diálogos se irán haciendo más profundos,
más elaborados. En ocasiones, el tema que inicia la conversación no tendrá nada
que ver con el que la termina. Eso también genera que uno como lector
siga leyendo, porque va aumentando el interés por saber cómo terminará la
charla entre los personajes y cómo el autor va manejando sus actitudes. En ese
sentido, quizás lo mejor de Aquella tarde dorada sea la manera en que
Cameron encadena los temas; cómo es que logra que, más allá de estar siempre
rondando el mismo eje argumental, las conversaciones entre Omar y los albaceas
siempre tengan algo más para ofrecer, y no solamente la disyuntiva que se
plantea en torno a la posibilidad o no de ofrecerle la autorización para la
escritura del libro.
Aquella tarde dorada cuenta con cuatrocientas páginas, pero
es sin lugar a dudas un libro que entretiene mucho y, también, alienta al
lector a seguir leyendo constantemente. A pesar de que uno sabe que mucho
más, para decirlo de alguna manera, no va a ocurrir, de igual manera el
lector continúa con la lectura. Eso, claro está, es un valor muy importante no
solo de la historia, sino también de cómo el autor logra que uno se compenetre
con la lectura. Es interesante ver cómo con cada página que pasa la historia se
vuelve aún más entretenida, porque la cantidad de enredos que protagonizan los
personajes genera que uno quiera saber cómo serán capaces de resolverlos (o
no). Desde ese punto de vista, la novela es muy llevadera, y está escrita de
una manera que nunca permite que se vuelva pesada.
La novela, además de
enfocarse en la construcción de los personajes, también hace un interesante uso
del humor. Más que nada en uno de los tres albaceas, Adam. El hermano de Jules
es un hombre bastante grande, que tiene como compañero/amante/novio a un joven
llamado Pete. Más allá de esto, creo que la voz de Adam es la más lograda,
porque el autor logra otorgarle una cuota de humor negro que las demás no
tienen. El humor que lo caracteriza es muy sutil (nada grosero ni desagradable),
y se deja entrever en unas pocas ocasiones. Pero esas pocas veces en las que
uno puede dar cuenta de él están muy bien elegidas. En ese sentido, el autor no
utiliza este recurso deliberadamente, sino solo cuando es conveniente. Es por
eso que el humor en la novela es algo que destaca, que sobresale, porque cuando
se usa, se usa bien.
A pesar de que no se
trata de su primera novela, o una de sus primeras novelas, la prosa de Cameron
se torna, en ocasiones, un tanto simplista. El autor, a mí entender, abusa un
poco de determinadas expresiones como en el caso del “dijo ‘x’”, cuando la
narración alude a los momentos en que los personajes hablan. Si el autor
repitiera el “dijo” pocas veces en una misma página, o en un mismo capítulo, el
problema no sería mayor. Tampoco lo sería si no fuera una novela que se
construye con tantos diálogos. Pero el autor no incorpora ningún tipo de
sinónimo o variación en cuanto al uso de ese tipo de palabras para señalar la
toma de la palabra, y en un texto como este ese recurso se torna demasiado
evidente. Es decir que, para que uno lo note, tiene que ser algo que está muy
presente en la narración.
Sin llegar a ser
aburrida en ningún momento, hay partes que podrían haber sido suprimidas y no
habrían afectado a la novela en su totalidad. Esto no quiere decir que
entorpezcan la lectura, pero sí es cierto que cuando uno termina Aquella
tarde dorada es probable que piense que no era necesario contar algunas
cosas que Cameron decidió transmitir con su relato. No es un desacierto por parte
del autor, sino que, quizás en el afán de querer profundizar aún más en los
personajes, decidió incorporar escenas o conversaciones que no necesariamente
constituían una forma de desarrollarlos más.
Aquella tarde dorada es una novela muy entretenida, que se lee en poco tiempo y cuenta una linda historia. Sin muchas pretensiones intelectuales, Cameron nos ofrece un relato que parte de una premisa simple, pero que a su vez permite que los personajes se expresen y desarrollen su manera de ser. Quizás tenga más páginas de las que eran necesarias, pero eso no genera que uno se aburra en ningún momento. Aquella tarde dorada es una historia amena que se estructura casi exclusivamente a partir de conversaciones, cuyos personajes logran que uno los reconozca por cómo piensan, hablan y actúan.
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