Ficha técnica
- Título: El muro
- Autor/a: Marlen Haushofer
- N° de páginas: 276
- Editorial: Siruela
- Año: 2006 (publicación original: 1963)
La protagonista de esta novela es una mujer a la que invitan a pasar
unos días en una casa en la montaña. Sus anfitriones se van al pueblo caminando
y no vuelven. La mujer va a buscarlos, y se da cuenta de que un muro invisible
pero tangible ha aparecido de la nada, aislándola de todo.
El muro es una novela muy original, que construye un universo inusual y logra encontrar el pulso de la historia en un aspecto que, quizás, no sería a priori el más recomendable para enganchar al lector: la repetición, la monotonía. A partir de allí, y paradójicamente, Marlen Haushofer estructura un relato distinto, innovador, que trata temas profundos sobre la humanidad, la soledad y lo que significa ser humanos. Uno termina El muro con la sensación de haber leído algo potente, y que sin lugar a dudas se va valorando más a medida que el tiempo pasa y uno puede analizar con más detenimiento la historia que ha leído.
- Título: El muro
- Autor/a: Marlen Haushofer
- N° de páginas: 276
- Editorial: Siruela
- Año: 2006 (publicación original: 1963)

El muro parte de una premisa que desde un primer momento interesa al lector. Un
muro que surge sin razón aparente incomunica a la protagonista (que no tiene
nombre) y la deja totalmente sitiada en aquel bosque a la que la invitaron a
quedarse un tiempo. Así, tendrá que arreglárselas prácticamente sola para
sobrevivir. Es importante el adverbio prácticamente, porque en realidad
no está sola. La acompañarán animales (vaca, gato, perro), que sin dudas son
los responsables de que ella no haya muerto al segundo día de aislamiento y
soledad.
La novela de Haushofer podría encasillarse tentativa y apresuradamente
dentro del género de la ciencia ficción. Un muro que surge de la nada cerca a
la narradora, lo cual podría hablarnos de un contexto casi distópico o post
apocalíptico. Sin embargo, el relato en ningún momento alcanza ese tono. El
único aspecto que podría inducir a pensar que la novela pertenece a dicho
género es el inicio y la aparición de este muro, porque todo lo que ocurre
después no tiene nada que ver con ese tipo de literatura. De hecho, el
desarrollo de la historia es realista. Está centrada más que nada en el día a
día de la protagonista, y en cómo se las va ingeniando para sobrevivir en ese
mundo que tan repentinamente cambió su rutina anterior. Ahora está sola; con lo
animales, sí, pero sin la compañía de otro ser humano.
Es por eso, quizás, que los animales presentes en el relato están
bastante humanizados. Es entendible que así sea, porque hay que recordar que la
narradora está en completa soledad, sin ninguna persona que la acompañe. Esa
humanización de los animales no solo está presente en el hecho de que todo lo
hagan juntos y que, también, uno viva gracias al otro, sino en cómo el relato
va presentando las acciones de estos animales. Es común que la autora (o
narradora) se refiera a los maullidos de los gatos como una forma que ellos
tienen de que la protagonista conozca “todas sus penas”, o que sepa “todo lo
que estuvieron haciendo” mientras no estaban en la casa. En un principio puede
resultar extraño leer algo así, pero lo cierto es que esa característica del
relato se termina entendiendo por el mismo tono de la novela, y en ese sentido
la autora consigue elaborar un texto creíble dentro de las reglas que éste
mismo plantea.
Hay una cuestión de El muro que no puede evitar ser mencionada:
la novela no es lo que se dice ágil. Por el contrario, es en promedio bastante
monótona y repetitiva. No obstante, este rasgo de la historia no tiene por qué
convertirse en algo necesariamente negativo. Si bien hay tramos que no
podríamos considerar como indispensables para el desarrollo de la trama,
tampoco pienso que eliminarlos fuera una opción viable. Es decir, más allá de
que no tengan una gran importancia, porque repiten varias cosas que hace la
narradora en su rutina (ordeñar a Bella, la vaca, darle de comer a los gatos y
al perro Lince, juntar frutas, comer, ir de paseo al bosque, investigar el
lugar, entre muchas otras), considero que el pulso de la novela, la forma en
que está presentada y cómo se va estructurando tiene que ver con ese aspecto.
Es en la monotonía y en la repetición de escenas en donde Haushofer encuentra
la manera de construir el verosímil. Es interesante destacar, también, que más
allá de que en muchos períodos de la historia haya momentos repetidos, uno no
llega a aburrirse. El muro no es de ninguna manera una novela aburrida.
En esa misma línea podríamos pensarla como una novela sin mucha acción, pero
nunca como una aburrida. Ese, pienso, es un grandísimo logro de la historia. No
aburrir al lector a pesar de contar casi siempre lo mismo es un valor
interesantísimo (y bastante raro), y algo que Haushofer consigue a la
perfección.
La novela cuenta con casi trescientas páginas y en ninguna podríamos
identificar un giro de trama o algo que nos sorprenda. El único hecho que rompe
con la vida “normal” de la protagonista al inicio es la aparición del propio
muro, pero luego esta irrupción se incorpora a su rutina y es, en
realidad, lo que la termina definiendo, lo que termina diciendo qué podrá hacer
y qué no. Ella hace lo que hace y siente lo que siente porque hay un muro
invisible, que sin embargo puede tocar, que le determina su cotidianeidad.
Hay hacia el final una escena que no llega a ser un giro argumental
(porque no cambia nada sustancial de lo que ya habíamos leído), pero que sin
embargo produce en el lector algo de sorpresa o, mejor dicho, imposibilidad
para entender qué es lo que ha ocurrido. El final propiamente dicho no es
imprevisible o inesperado. No responde, en realidad, a un suceso en
particular. No termina la novela porque ahí debe terminar. Es,
quizás, el final de una monotonía, que podría haber sido unas hojas antes o
unas hojas después y no habría cambiado el rumbo de la historia. Pero este
aspecto no es una crítica: es posible que, si la novela hubiera tenido un final
sorprendente y espectacular, no habría sido creíble. El desenlace tiene que ver
con cómo la novela se plantea y se desarrolla; en ese sentido, Marlen Haushofer
es siempre fiel a su estilo y a su propuesta, sin plantear cuestiones que por
un lado puedan sorprender pero que nada tengan que ver con el tono que la
historia había estado teniendo.
La autora logra crear un universo definido y muy bien logrado. El lector
va adentrándose más a medida que va avanzando con la lectura, y llega a entrar
en ese mundo de manera que le resulta difícil parar de leer. Es interesante,
porque aunque no esté ocurriendo nada, por así decirlo, y lo único que estemos
leyendo es la descripción del día a día de la protagonista, uno quiere
continuar con la lectura. El muro tiene un poder hipnótico poco usual, y
el lector se siente arrastrado seguir queriendo ser parte de ese mundo que nos
plantea Haushofer; y esto ocurre a pesar de que sepamos que lo que vamos a leer
no será muy distinto a lo que ya leímos antes, ni a lo que leeremos después.
El muro es una novela muy original, que construye un universo inusual y logra encontrar el pulso de la historia en un aspecto que, quizás, no sería a priori el más recomendable para enganchar al lector: la repetición, la monotonía. A partir de allí, y paradójicamente, Marlen Haushofer estructura un relato distinto, innovador, que trata temas profundos sobre la humanidad, la soledad y lo que significa ser humanos. Uno termina El muro con la sensación de haber leído algo potente, y que sin lugar a dudas se va valorando más a medida que el tiempo pasa y uno puede analizar con más detenimiento la historia que ha leído.
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