"Human acts", de Han Kang

Ficha técnica
- Título: Human Acts
- Autor/a: Han Kang
- N° de páginas: 224
- Editorial: Portobello Books
- Año:  2016 (publicación original: 2014)

Gwangju, Corea del Sur, 1980. Estudiantes y trabajadores se manifiestan en contra del gobierno del dictador Chun Doo-hwan. La policía irrumpe en el centro de la manifestación y reprime a quienes estaban pidiendo por sus derechos como ciudadanos libres, por la finalización de la ley marcial y por la democracia.

Cuando Han Kang era chica le encantaba leer. En los libros que leía, además del placer de la lectura, buscaba encontrar respuestas a las preguntas que constantemente se hacía; qué es la vida, qué es la muerte, qué significa ser un ser humano. Con el correr del tiempo empezó a darse cuenta de que los escritores, lejos de poder responder esas cuestiones, se las preguntaban al igual que ella. Los escritores estaban igual de desorientados ante las situaciones que les tocaba vivir. Esta sensación de empatía para con los que tenían sus mismas inquietudes fue el punto de partida de su formación como escritora. Si la literatura se trata de eso, de formularse preguntas sobre cuestiones profundas, complejas de definir, ¿por qué no ponerse a escribir? ¿Por qué no empezar a preguntarse sobre esos temas desde el lugar que posibilita la literatura?

En Human acts, Han Kang trabaja desde ese punto de vista. Durante toda la narración están presentes aquellas preguntas cuyas respuestas nunca pudo encontrar en los libros que leía de más joven; seguramente, porque esas respuestas no son únicas o, también, porque no son de ninguna manera fáciles de encontrar, o de establecer como verdades universales e irrevocables. La novela está basada en un hecho real: la masacre de Gwangju, que dejó más de ciento sesenta muertos, además de personas cuyo paradero, si bien se las presupone muertas, aún sigue siendo incierto. Este evento sigue siendo para los surcoreanos un símbolo de la lucha contra el autoritarismo y el pedido pacífico por las libertades de expresión y acción y la democracia. En ese contexto, la autora desarrolla todas sus capacidades narrativas, no solo apelando a la construcción de voces únicas, sino también a la construcción de imágenes que perduran en la cabeza del lector una vez terminado el libro.

La novela está dividida en seis partes. Más allá de que cada una de ellas esté relatada por un narrador distinto, todas giran en torno a la represión ocurrida en Gwangju y a un personaje en particular: Dong-ho, quien particularmente es el protagonista de la primera parte. Esta misma narra cómo este chico de quince años busca el cuerpo de su amigo muerto, convirtiéndose luego en voluntario para ayudar a identificar los cadáveres de los fallecidos por la masacre a cargo del gobierno. Son tantos, y tantos sin reclamar, que se van acumulando en un gimnasio de la ciudad. Las otras partes nos hablan de una editora que lucha contra la censura, un prisionero víctima de tremendas torturas, la madre de Dong-ho, y, siendo esta la parte más extraña de todas, el alma/conciencia del amigo de Dong-ho después de su muerte, mientras su cuerpo se encuentra junto a muchos otros que corrieron la misma suerte que el suyo. El último capítulo se enfoca en la misma Han Kang, que también se relaciona, en cierto punto, tanto con este personaje como con la propia masacre de Gwangju.

Todos estos capítulos tienen la particularidad de hacer foco en un personaje en particular, pero al mismo tiempo las voces de estos se relacionan con otras de una u otra manera. Es decir: en muchas ocasiones, por no decir en la mayoría, el relato del narrador está en segunda persona, por lo que, si bien la narración apunte a desarrollar un personaje, a su vez está relacionándose con otro directamente. Hablan entre sí, más allá de que no estén los dos siempre presentes como para establecer un diálogo concreto. De hecho, la novela carece casi en su totalidad de diálogos, y los pocos que hay no son demasiado importantes para la comprensión o el desarrollo del argumento. Por el contrario, los diálogos que se generan son, para decirlo de alguna manera, mentales: un personaje habla con otro (o consigo mismo), pero sin recurrir a la conversación explícita. De esta manera, los relatos de cada una de las partes son muy introspectivos. Como no hay un diálogo concreto, la voz que leemos (y está tan bien construida que en realidad la escuchamos) es todo lo que ese personaje piensa sobre la cuestión que está analizando. A pesar de que un protagonista le hable a otro directamente, la respuesta de este último no está explicitada. En ese sentido, lo que leemos tiene que ver con todas las ideas que al personaje que narra se le ocurren, todo lo que siente, todo lo que piensa sobre un tema en cuestión, sin importar lo que el otro personaje al que se dirige pueda responder. No hay, entonces, ningún filtro a la hora de narrar. Cada voz habla, piensa, narra, se cuestiona, se pregunta y en la mayoría de las veces no encuentra respuesta.

Uno de los fragmentos que más me llamó la atención, por la precisión de los conceptos y los cuestionamientos es el siguiente: “Is it true that human beings are fundamentally cruel? Is the experience of cruelty the only thing we share as a species? Is the dignity that we cling to nothing than self-delusion, masking from ourselves this single truth: that each one of us is capable of being reduced to an insect, a ravening beast, a lump of meat? To be degraded, damaged, slaughtered - is this the essential fate of humankind, one which history has confirmed as inevitable?”. ¿Es, entonces, la crueldad, el hecho de rebajarnos el uno al otro, de tratarnos como si fuéramos insectos, bestias, pedazos de carne, lo único que compartimos como especie? Con esta sucesión de preguntas, Han Kang cuestiona la naturaleza humana. Es interesante que, en realidad, no baje línea: no plantea algo como absoluto o inmodificable. En cambio, lo que hace tiene muchísimo más valor: propone el debate, el análisis, el hecho de efectivamente plantear las ideas para pensarlas, para hacernos preguntas que si bien no tienen respuesta clara, sí nos ayudan a pensarnos a nosotros mismos, como individuos y como sociedad.

Esa es, sin lugar a dudas, una de las cuestiones más interesantes de Human acts. En la novela, la autora plantea muchísimos cuestionamientos hacia temáticas que muchas veces no tienen respuesta. Pero claro, ese es el objetivo que tiene Han Kang como escritora: proponer cuestiones que la interpelan directamente, cuyas “resoluciones” no pudo encontrar en aquellos libros que leía de chica. Aquellas preguntas de las que nunca obtuvo respuesta; son esas cuyas respuestas pueden ser canalizadas o encauzadas a partir de la literatura. Así, en la novela Han Kang analiza qué es la vida, la muerte, la humanidad, la “no humanidad”; qué implica ser un ser humano. Qué cosas buenas y qué cosas malas conlleva pertenecer a esta especie. También reflexiona sobre la cuestión de la nacionalidad, de cómo influye la cuestión nacional en la vida de las personas. Por ejemplo, en una parte del primer capítulo, el narrador se pregunta por qué a las personas que fueron asesinadas en la represión de 1980 se las cubre con la Taegukgi (la bandera nacional surcoreana), si en realidad no fue la nación entera quien los asesinó.

Similar a lo que ocurría con La vegetariana, otra gran novela suya, en Human acts la autora analiza temáticas sociales, pero también individuales. ¿Qué relación se establece entre uno y el cuerpo? ¿Cómo se vinculan el alma, la conciencia, los pensamientos con lo físico? Y en ese vínculo, ¿cómo es que ingresa el accionar humano? En una parte del libro, en el capítulo del prisionero: “The black Monami biro would be there on the table every time I went into the interrogation room. Lying in wait. The first stage in a sequence which unfolded exactly the same way every time, the same process seemingly to hammer home a single fact: that my body was no longer my own. That my life was taken entirely out of my hands, and the only thing I was permitted to do now was to experience pain. Pain so intense I felt I was sure I was going to lose my mind, so horrific that I literally lose control of my body, pissing and shitting myself.” En este fragmento, la autora relata la situación por la que está pasando este prisionero, cuyo propio cuerpo fue extirpado de su control. Ahora, lo único que puede hacer es sentir dolor, un dolor ejercido por otro. Un dolor producto de la violencia del ser humano, de la capacidad de, voluntariamente, torturar, de hacer sufrir a un miembro de la misma especie. Es muy interesante, repito, la manera en que Han Kang plantea las cuestiones. Porque dan lugar a pensarlas, no a aceptarlas como unívocas: a reflexionar sobre ellas, a analizarlas desde una perspectiva distinta. En este caso, claro está, es la perspectiva de la literatura. La perspectiva que algo tan simple y a la vez tan complejo como lo son palabras impresas en un papel nos puede proponer. La posibilidad de pensarnos a nosotros mismos.

Más allá de toda la cuestión social y humana que plantea la novela, lo cierto es que Han Kang es una gran narradora. Habiéndola leído en dos idiomas distintos (Human acts en inglés y La vegetariana en castellano), su capacidad para construir imágenes y ambientaciones completamente perturbadoras es indiscutible. En la primera parte, no tiene ningún tapujo a la hora de describir el estado en que se encuentra aquellos cuerpos de los que nadie quiere hacerse cargo. El detalle al que se somete la descripción no es producto de una cuestión morbosa de su parte. No se percibe como algo innecesario, sino que tiene que ver con la esencia que intenta transmitir el libro al narrar una historia tan cruda, un hecho real como la masacre de Gwangju: la brutalidad del ser humano, y las cosas que puede llegar a hacer sin que uno pueda llegar a concebir una razón. En las partes siguientes, la autora también narra deteniéndose en cuestiones también muy intensas y crueles: por ejemplo, la tortura a la que son sometidos los prisioneros en el capítulo cuatro, o cómo se siente la editora que se ve atravesada por la censura en el capítulo dos. Lo interesante para remarcar de esta cuestión es que, más allá de estar relatando situaciones sumamente brutales, la autora logra captar la atención del lector no por el hecho mismo de estar contándonos cómo es que torturan a un prisionero. No es lo explícito porque sí lo que llama la atención. Por el contrario, logra cautivarnos por el uso poético del lenguaje, por la fluidez de su prosa y por cómo logra transmitir a la perfección todos los sentimientos que experimentan los personajes ante las situaciones que les toca enfrentar.

Human acts es una novela muy dura, que narra un hecho complejo en la historia nacional surcoreana. Sin embargo, no es algo que solo puedan entender los oriundos de dicho país. El mayor valor que tiene este libro es que, a partir de una situación particular nos habla de nuestra esencia general como seres humanos. Desde cualquier otro país la novela puede leerse como algo universal, porque plantea cuestiones que hacen a nuestra naturaleza como personas. Narrada desde diversos puntos de vista, que constituyen una mirada integral sobre el hecho en cuestión y sobre la psicología de todos los personajes, Han Kang ha escrito una novela tan dura como necesaria, tan brutal como profundamente poética y conmovedora.

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