"Shunga", de Martín Sancia Kawamichi

Ficha técnica
- Título:
Shunga
- Autor/a:
Martín Sancia Kawamichi
- N° de páginas:
228
- Editorial:
Evaristo
- Año:
2017
Después de la muerte de su esposa Oriko, Kotaro quiere contratar a las muchachas Izumi (Mako, Kohana y Ukemi) para que con sus dotes actorales lloren continuamente el fallecimiento de su mujer. Pero lo que Kotaro no sabe es que estas tres chicas están prisioneras en el álamo del gigante Kazuma, sometidas a constantes perversiones sexuales. 

En la literatura un libro puede destacar por varios factores: la prosa del autor, el interés que genera la historia, el desarrollo de los personajes, la originalidad de la trama, entre muchos otros. En algunos casos el texto sobresale por uno de ellos, por varios y, en contadas ocasiones, por todos ellos. Y cuando uno se encuentra con libros así, que se componen de todas cosas buenas, es como para tener muy en cuenta. No es para nada común encontrar novelas, cuentos o cualquier tipo de texto que no tenga fisuras en la construcción de la trama o de los personajes, o que sea completamente original. Pero en la literatura (como en muchos otros ámbitos), si uno busca, encuentra. Y se encuentran cosas como Shunga. 

Esta historia tiene tantas cosas interesantes por analizar que es difícil saber por dónde empezar. Quizás la mejor opción sea arrancar por un hecho bastante tangible, comprobable empíricamente: la novela la empecé una tarde y la terminé a la noche del día siguiente. Eso habla, más que nada, del interés que esta me generó. La historia atrapa al lector de una forma impresionante, lo cual permite que en tan poco tiempo uno pueda terminarla. La trama va avanzando de manera que uno quiere saber, constantemente, qué ocurrirá con los personajes, qué harán ante determinadas situaciones y que nos deparará el final. En ese sentido podríamos decir que el ritmo de Shunga no es constante, sino que va in crescendo. El libro arranca, si se quiere, con tranquilidad, presentándonos a los personajes y las situaciones que inician el eje argumental de la novela. Con cada página, uno se siente intrigado, impresionado no solo por la forma de narrar del autor (de la que luego me encargaré de hablar en un párrafo aparte), sino por su capacidad para incorporar nuevos factores que van definiendo la historia y que, a su vez, en ningún momento resultan forzados o puestos ahí porque sí. La trama fluye, dentro de las reglas internas que esta propone, naturalmente, y uno nunca siente la necesidad de pensar si eso que está leyendo “podría pasar”, si es verosímil o no. Martín Sancia Kawamichi tiene una habilidad especial para transportar al lector a esa realidad que está narrando, abstrayéndonos de nuestra realidad cotidiana para sumergirnos de lleno en ese mundo tan terrible y sublime a la vez. 

Más allá de que la novela se lea rápido y genere interés en el lector es importante destacar que el argumento que rige todo el libro es completamente original. Muchas veces ocurre que uno lee algún texto que le entretiene y lo impulsa a seguir leyendo todo el tiempo (aquellos denominados adictivos) pero que, haciendo un análisis más profundo cuando uno lo termina, se da cuenta de que la originalidad de ese texto no es su punto más fuerte. Cumple con la función de entretener, de hacernos pasar un buen rato de lectura, pero no destaca por propuestas innovadoras o elementos argumentales que nos saquen de la cotidianeidad literaria, si se quiere. Caen en lugares comunes, no presentan mundos nuevos o, lo que es peor, reciclan cosas ya hechas, ya comprobadas que efectivamente “funcionan” en la literatura. Toda esta definición la incluyo para contraponerla completamente a lo que ocurre en Shunga. Sin lugar a dudas, la novela entretiene porque todo el tiempo nos alienta a seguir leyendo, para saber qué desarrollo tendrán la trama y los personajes. Pero además de eso, Shunga es, por donde se lo mire, un libro sumamente original. La historia arranca ya con una contextualización muy interesante (que tiene que ver con la cultura japonesa), que luego irá asentándose a medida que esta avanza. Así, el autor construye un argumento muy interesante y altamente innovador, que a su vez lo intercala con distintos tipos de narración. La novela se caracteriza por incorporar un narrador más “convencional”, si se quiere, que se encarga de relatar los hechos a través de la tercera persona, además de otras formas de relatar: esto es, fragmentos del “Libro de Kazuma”, en el cual se narran algunas experiencias de este personaje con las hermanas actrices, como también de cuentos propiamente dichos y muchos poemas (haikus). Esa variedad en las maneras de estructurar el relato también generan que el mismo sea original, porque no se trata de una narración monótona, podríamos decir, sino que experimenta con distintas formas y así se consigue un texto con más matices que, sin lugar a dudas, demuestran la enorme capacidad del autor. 

En esta novela lo sexual es un tema preponderante, que está constantemente puesto en escena. Martín Sancia lo narra de una manera tan particular, tan cuidada, tan poética, tan sublime, que en ningún momento, hablar de ese tema se convierte en algo vulgar o grosero. Por el contrario, Shunga se caracteriza por esa dualidad tan interesante, tan perfectamente lograda: hablar de cuestiones que en cualquier otro contexto podrían resultar banales o superficiales de una forma en la que el duelo lo gana lo poético, lo ensalzado, lo magistral. Hay una innumerable cantidad de frases en este libro que podrían ser subrayadas para no olvidar, para que cuando uno lo vuelva a leer, porque es un texto que permite (y hasta exige) relectura, vuelva a experimentar esas sensaciones que genera el estilo del autor. En definitiva, lo impresionante que es Martín Sancia como narrador, como constructor de imágenes inusitadamente potentes con el solo uso de la (justa) palabra. Ese es otro punto interesante para analizar de esta grandísima historia. El autor tiene la capacidad de construir imágenes tan fuertes que están perduran en la mente del lector, a tal punto de que siguen rondando nuestra cabeza días después de haber terminado el libro. Eso habla, claramente, de la facilidad que tiene para hablar de situaciones cuyas descripciones trascienden el papel y llegan a nosotros con muchísima claridad. Es posible, en ese sentido, imaginarnos muy bien lo que se nos está relatando y, además, adentrarnos de lleno en ese mundo que el autor nos está proponiendo.
Shunga es una novela que me sorprendió de manera muy grata. A partir de un planteo muy original, que se va afianzando a medida que la historia avanza, Martín Sancia Kawamichi construye una pieza interesantísima, mediante un estilo completamente poético. Leer este libro es una experiencia increíble, sin desperdicio. Una obra única.

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